Oral
Y
observó por una rendija de un falso cuadro. Efectivamente Amelia estaba ahí con el tal
Cillian, ese maldito entrometido. Las pupilas de Esteban se dilataron al ver lo
que ocurría; en medio de la sala
recostada en un diván con estampado persa, entre un olor que impregnaba a clavo y cardamomo. Ella se retorcía levemente mientras le decía a su compañero “esta es la pequeña muerte,
donde el macro cosmos se funde en un
táctil corazón y tú hermano mío, has venido a mostrarme”. Su compañero
sonrió, con esa sonrisa que Esteban tanto detestaba, con ese histrionismo
característico de un demonio. Sonrió
mientras sentado junto a ella se inclinaba para
con sus manos hacerse espacio entre sus senos.
Removió las costillas dentro de
ese pecho ya abierto anteriormente y
hurgó con uno de sus dedos, sus
piernas le temblaban, Y Cillian
ahora sujetando su muslos desnudos, se acerco aun más, acerco su
rostro a la altura del virgen pecho de Amelia, y le besó el corazón. Esteban
observó como su archirrival, introdujo
la lengua en esa cavidad y lamió ese jugoso músculo, estimulando cada
vena, cada válvula, cada arteria, saboreo lentamente sus fluidos, primero
lento, luego a prisa, cayendo ambos en un frenesí, donde sus mentes parecían
estar en otro plano. Lo último que Esteban pudo ver y escuchar fue como Cillian despegó sus labios para
subir hasta el oído de ella y murmurarle
“Así se hace el amor en mi mundo”, Mientras Esteban, ese hermoso gato blanco, corría enfurecido abandonando la habitación.
Adilene Cortés Caballero