V
Una vez más, por quinta ocasión se le había
roto el corazón.
Su cuerpo sudado, sus manos
temblorosas, palpitaciones corriendo desenfrenadas restaron importancia a sus
lágrimas. El dolor intenso, como una nebulosa expandiéndose, la sometió.
Estalló ese
musculo grasiento, un zumbido y nada más. Colapso, ruinas de amores partieron
su tórax y desgarraron su pecho,
prestando atención habrías podido
ver las astillas de sus costillas salir disparada en todas direcciones, haciéndole juego a las manchas sanguinolentas sobre el techo y
las paredes.
Estaba ahí tendida, un bulto de carne y huesos roídos. Hoy no iba
a levantarse. No prepararía café como
cada mañana, ni atendería el conmutador, su trabajo incierto quedaría a la
espera, junto con una pila de deberes; todos, quizá sin importancia. Hoy no
hacía falta a nadie. Había suficiente comida para el gato.
Menos mal
que días antes había encargado un nuevo
corazón desde el centro de la tierra, llegará mañana poco después del medio
día.
Adilene Cortés Caballero